JARDÍN DE SEFARAD
PAISAJE CONMEMORATIVO DEL CEMENTERIO JUDÍO DE ÁVILA

Arquitectos: Darío Álvarez Álvarez y Miguel Ángel de la Iglesia Santamaría
Arquitectos colaboradores: Sagrario Fernández Raga, Carlos Rodríguez Fernández, Pablo Santos Herrán y Flavia Zelli
Arqueología: Castellum
Promotor: Junta de Castilla y León
Empresa Constructora: Aqualia Infraestructuras S.A.
Fotografías: LAB/PAP

La excavación de una gran zanja para la instalación de un colector sacó a la luz en 2012 el antiguo cementerio judío medieval de Ávila, situado en una antigua vía pecuaria, afectando a un centenar de tumbas que tuvieron que ser desalojadas para la colocación de la infraestructura. Una vez terminada la obra se proyectó un paisaje conmemorativo, el Jardín de Sefarad, que permitió enterrar los restos exhumados y dar un sentido ritual al lugar. 

El Jardín de Sefarad es un paisaje del tiempo y la memoria, un lugar de la evocación y del encuentro emocionado, que hace visible el antiguo cementerio, en diálogo con el casco histórico de la ciudad. A pesar de tratarse de un espacio público abierto, la presencia de un antiguo muro de piedra crea la ilusión de un jardín cerrado, a la manera de un hortus conclusus medieval, sobre el que se recorta, poderosa, la silueta de la ciudad amurallada. mediante una técnica similar al shakkei del jardín japonés se incorpora el paisaje exterior, que se toma “prestado vivo”. El resultado es un jardín de la contemplación, en cuyo interior el tiempo permanece inmutable, mientras que las estaciones transcurren en el exterior, como orden de conexión entre el tiempo y la memoria. 

El jardín compone un paisaje de la ausencia, que visualiza un complejo juego de superposiciones temporales: el tiempo del cementerio medieval original, el largo tiempo posterior como paisaje de la desaparición y el tiempo recobrado para la memoria de las generaciones actuales y futuras. El jardín se construye con materia conceptual, tiempo y memoria, y con materia física, tierra y granito; en el centro se sitúa un túmulo funerario rectangular con los restos procedentes de las tumbas excavadas. El resto del jardín evoca el antiguo cementerio mediante losas y estelas de granito, en su estado de corte de cantera, que emergen puntualmente, como pecios mudos del pasado. 

Los miradores, losas de granito de grandes dimensiones, colocados en los extremos del jardín, al norte y al oeste, son elementos de carácter simbólico, que organizan la mirada reflexiva y contemplativa del espectador, su silencio y su respeto. En el suelo del jardín, unas líneas de granito orientan visualmente hacia los elementos más significativos de la ciudad. Las palabras en hebreo, recortadas en acero inoxidable y colocadas en miradores, losas y estelas, sitúan al espectador: Sefarad, la tierra, el lugar, Ávila, el horizonte, el anhelo. El conjunto adopta, de manera intencionada, un carácter metafísico. La excavación del colector creó una fortuita fisura espacio-temporal; el Jardín de Sefarad proyecta una intencionada fisura temporal entre las diferentes memorias del lugar, construyendo un espacio para el encuentro entre culturas y creencias. 

En su visita al jardín, Natan Sznaider, uno de los mayores especialistas mundiales en la memoria judía, lo describió como una “imagen de la desolación y recuerdo de la ausencia”.