Arquitectos: Darío Álvarez Álvarez, Miguel Ángel de la Iglesia Santamaría, Sagrario Fernández Raga, Nieves Fernández Villalobos, Laura María Lázaro San José, Carlos Rodríguez Fernández, Ana Elisa Volpini Gilabert, Flavia Zelli
Colaboradores: César Sant' Ana, Raquel Martín Fernández
Promotores: Diputación de León / Instituto Leonés de Cultura
El proyecto apuesta por la coexistencia armónica entre el paisaje arqueológico y el paisaje agrícola, mediante un modelo novedoso que se plantea de forma experimental en Lancia. Se propone que, mientras se van ampliando las excavaciones, no desaparezcan los cultivos de las parcelas agrícolas y que se ordenen siguiendo la traza de la ciudad enterrada, recuperando las primitivas calles en forma de caminos peatonales, todo bajo la dirección científica del yacimiento. De este modo, los cultivos agrícolas no solo permiten hacer visible lo invisible, sino que van mostrando los cambios de las estaciones, añadiendo sostenibilidad y valor ambiental al yacimiento.
El Centro Arqueológico se ubica en el borde del cerro, asomándose al paisaje, con un nuevo acceso que lleva directamente, respetando así toda la zona central de yacimiento, que queda liberada de circulaciones interiores para favorecer la continuidad de las excavaciones. El edificio se concibe como una sombra del tiempo, una sombra recortada sobre el cerro, situada contraluz, que adquiere tonos oscurecidos, como quemados por el sol y por las inclemencias de los siglos, de esta manera se busca que el edificio represente el tiempo mismo y se identifique plenamente con la condición del yacimiento.
El Centro Arqueológico surge de una reinterpretación del tipo de la domus, de unas dimensiones similares a las que se pudieran encontrar en las casas principales de la ciudad de Lancia. Se organiza en cinco módulos lineales de superficies homogéneas, cada uno con una función, pero concebidos como contenedores totalmente versátiles; los módulos se desplazan sobre ellos en paralelo, solo uno se gira intencionadamente para coger la dirección de una las calles de la ciudad. Los módulos se organizan en torno a dos espacios abiertos singulares, el gran porche que señala la entrada, y el atrium, que organiza las visuales, los recorridos y la secuencia espacial de los tres módulos expositivos y que se convierte en el corazón del edificio.